Aunque la medida arancelaria se encuentra temporalmente en pausa, México tiene menos de 30 días para convencer a la administración estadounidense de que dicha política afectaría gravemente a ambas economías. La próxima semana, el Gobierno de Claudia Sheinbaum iniciará mesas de trabajo formales en Washington, mientras que en territorio nacional ya está presionando a las cámaras empresariales para avanzar en su estrategia de sustitución de importaciones.
Uno de los principales puntos de fricción entre México y EE.UU. es el creciente comercio con China, que ha generado un desequilibrio comercial significativo. México importa más de 113,000 millones de dólares en productos chinos anualmente, mientras que sus exportaciones hacia el gigante asiático apenas alcanzan los 9,000 millones de dólares, lo que resulta en un déficit de más de 100,000 millones de dólares anuales.
Este desbalance comercial cobra aún más relevancia en el contexto de la guerra comercial entre EE.UU. y China, donde Washington ha buscado frenar el crecimiento de las importaciones asiáticas en Norteamérica. Trump ha señalado a México como un punto clave en la redistribución de la cadena de suministro, lo que ha llevado al Gobierno de Sheinbaum a alinear su estrategia con su principal socio comercial.
México ha comenzado a trabajar en un plan que busca:
– Impulsar la producción nacional y regional para reemplazar productos de origen chino.
– Fomentar la proveeduría local en sectores clave, como la manufactura, la industria automotriz y la tecnología.
– Atraer más inversión extranjera de empresas estadounidenses que busquen fortalecer sus cadenas de suministro en América del Norte.